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jueves, 2 de agosto de 2012

el punto de vista del oficialismo estará reflejado en el libro de Sacha sostiene León Cornejo cuando afirma La Verdad de la Verdad

La interpretación de algunos conceptos parece obvia cuando se vincula la palabra que los define con la realidad de los hechos. Compatibilizar significado y realidad, sin embargo, responde a la subjetividad individual pues se sujeta a la interpretación, experiencias, vivencia y, en última instancia, diferentes intereses y relaciones de cada persona. Esa es la verdad de la verdad, aunque desde los tiempos de Platón se tiende a creer que es única, inmutable y racional. Pero la historia y la experiencia se encargaron de demostrar que la verdad no siempre es racional, no siempre será la misma y sobre todo que sufrirá modificaciones.

Lo concreto es que cada hombre tiene "su" verdad según sus propias

subjetividades. Y otra vez, sus intereses individuales o de grupo. Por eso, distintas concepciones de la verdad corresponden a distintos sistemas de pensamiento. El filósofo francés Michel Foucault (1926-1984, catedrático de Historia de los sistemas de pensamiento) sostiene que no hay un fragmento de verdad que no tenga que ver con el poder. Las verdades, dice, se mantienen y siguen vigentes mientras están avaladas por un tipo de poder. Y ese hecho abarca todos los ámbitos humanos.

La verdad tiene pues que ver con todas las relaciones de poder. Es decir, con las relaciones dentro de un gobierno determinado, con las luchas internas de los partidos que gobiernan y, sobre todo, con la interacción de éstos y el sistema social y la vida en comunidad.

Visto así, el libro "La verdad secuestrada" que presentó en Palacio el exministro Sacha Llorenti expresa, seguramente, la verdad del Gobierno y de las gentes que detentan hoy el poder. Es posible que sea un análisis interesante sobre los medios de comunicación en el país. Pero es nomás un análisis desde la óptica de quienes comulgan un mismo pensamiento político, que responde a sus intereses de grupo y se inscribe dentro del juego de poder partidario. Parece exagerado, por no decir propaganda política, afirmar pues que el libro es "arma de combate" para luchar contra "el poder empresarial mediático que está tergiversando la libertad de opinión" porque revela "cómo manipulan y ante todo quién manipula y quién está detrás de cada frase, de cada ataque y detrás de cada información" que publican. 

Suponer que es verdad absoluta sólo lo que se quiere ver, escuchar o leer porque es lo que conviene o responde a los intereses de grupo puede estar bien para satisfacer la necesidad de halago de los compañeros de ruta. Pero la miopía política, el no ver más allá de las propias narices lleva siempre al despeñadero. La realidad es la que es, nos gusten o no los hechos, y no depende de lo que escriban o dejen de escribir los medios, públicos o privados.

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