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viernes, 21 de octubre de 2011

la hora de la verdad. Evo no dió la cara se parapetó en los uniformes en actitud insólita impropia de un Jefe de Estado. está mostrando que no tiene los kilates para resolver el conflicto. El Deber. SC, Bolivia

Se le han subido los humos al Presidente del Estado. Las cosas en su alto entorno, por supuesto, no son en la actualidad, miel sobre hojuelas. Mas, sí que son propias de la alta investidura que le ha correspondido asumir, guste o no guste al pueblo de nuestra Bolivia.
Redondeando conceptos, si en un mar  embravecido y erizado por las tormentas, el barco empieza a sacudirse y a crujir grave y descontroladamente y con peligro cierto  de zozobrar, lo menos recomendable será que su comandante pierda la serenidad y los estribos y, víctima de sus nervios o de su ineptitud, tire por la borda los remedios y los recursos que la razón aconseja y busque la calma y la salida por las vías sembradas de mayores escollos y desastres.
En una de las más peliagudas citas que el Jefe de Estado ha confrontado en lo que va de su accidentada gestión, está aquella, aún sin curso franco y abierto, que lo enfrentó con los indígenas marchistas en defensa de su hábitat natural que ya han hecho historia de la buena con su sacrificio, su coraje y su bravura y la claridad y justeza de sus posiciones ideológicas que nada tienen de reprochables, según criterio y sentir que tienden a generalizarse cada vez más.
Las que en cambio son de verdad reprochables, impertinentes y no propias de su alta jerarquía, son las actitudes del presidente Evo Morales dentro del convulso clima nacional de los recientes días que aún no han ingresado en el cauce de la normalidad con el reencuentro de la paz y el orden y más, el imperio de la razón.
Criticable y censurable, al mismo tiempo, para empezar el repaso, la postura inocua del primer mandatario que no tuvo una manifestación en ningún sentido frente a la marcha de dos meses y más, de gente indígena que abarcó distancias de verdad mayores y en ambientes crudos en extremos o mejor dicho inhumanos, sencillamente.
Lo que hizo el presidente Morales, fue no dar la cara, parapetarse tras sus inmediatos colaboradores o los uniformados del Ejército y de la Policía, sin dejar, eso suponemos, de mover los hilos tras las vidriosas bambalinas. Con tal actitud insólita y negativa, impropia de un mandatario en todo caso, lo condena sin más hasta mucha de su gente adicta, y bajo esta calidad pasará a figurar sin dudas en las páginas de la historia nacional y en el consenso internacional a la vez.
Mucho quedará para decir acerca de la historia contemporánea y no será nada enaltecedor para el actual conductor de los destinos del Estado boliviano y que, lamentablemente, parecen impulsarse hacia sombríos horizontes.

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