Como buenos seguidores y discípulos del finado presidente venezolano Hugo Chávez, probablemente sean la Mandataria argentina y el Presidente ecuatoriano los que con más claridad postulan el ideal comunicacional en sistemas que se identifican con el socialismo del siglo XXI.
Desde hace un par de semanas la Presidenta argentina ofrece entrevistas muy sui géneris: ella elige a los periodistas que la entrevistan (que son, hasta ahora, quienes han expresado su identificación con su gobierno); se graba la entrevista y, antes de emitirla, la edita (o lo hacen sus colaboradores más cercanos). De esa manera, se difunde lo que ella quiere y no lo que la sociedad argentina necesita saber, sin dejar un mínimo de espacio a la libertad de preguntar que tienen los periodistas independientes.
El Mandatario ecuatoriano es más directo: tiene una ley de medios que le permite martirizar a los medios y periodistas independientes y ha asimilado de Chávez, como también lo hace la Mandataria argentina, el uso y abuso de la “cadena nacional”, que ha sido invento de dictadores (como sabemos en Bolivia).
El problema de este estilo de comunicación no sólo es que la ciudadanía sea mal informada (felizmente en Argentina hay un restable espacio comunicacional independiente, que en Venezuela y Ecuador se va estrechando día que pasa), sino que como los mandatarios no tienen posibilidad de ser criticados, insisten permanentemente en sus errores. De ahí que si bien en Ecuador su Mandatario aún goza de credibilidad, Cristina Fernández va en camino de ser derrotada electoralmente y en Venezuela se van creando condiciones para un “estallido social”.
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