Mi buen amigo Antonio Terán Cabero ganó el Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal” y, hace poco, la Editorial Kipus publicó su Obra Poética reunida, que fue entregada en un acto especial en la Alianza Francesa. Especial por la presencia de Antonio, pero también por el anuncio de algo que se hizo realidad: la convocatoria al Premio Internacional “Kipus” de Novela, que está dotado con 20.000 dólares y es el galardón más cuantioso de América Latina.
Hasta ahí lo bueno, porque Antonio Terán Cabero, a quien de cariño le dicen Soldado hasta sus nietos, es también jubilado municipal, y acaba de enviarme una nota en la cual lamenta que una vez más el Estado patee el tablero, pero en perjuicio de los jubilados ancianos, que tienen dificultades de locomoción y ahora deben reunir nuevamente documentación para reinscribirse en el servicio antiguo, el Senasir, para controlarlos con registro biométrico.
La nota de Antonio Terán Cabero titula “Una estúpida decisión del Senasir” y dice lo siguiente: Pobres ancianos. Salvo algunos insignificantes “beneficios” acordados por el Gobierno, sobreviven con pensiones vergonzosas, en contraste con las jugosas pensiones de militares, claro, y siguen siendo víctimas del maltrato de las administraciones públicas. Ahora el llamado Senasir –Servicio Nacional del Sistema de Reparto—ha decidido someterlos a un nuevo registro biométrico y a la presentación de varios documentos en plazos perentorios para cada sector de jubilados.
“A los burócratas no les importa que los jubilados del antiguo sistema tengan ya una edad muy avanzada ni que vayan a soportar, otra vez, la tortura interminable de las filas. Les tienen sin cuidado las posibles dolencias físicas de los ancianos y tampoco han dicho nada de la situación de los inválidos. Lo prioritario es sanear y actualizar los registros, como si no existieran procedimientos más razonables para hacerlo con equipos modernamente probados por la tecnología. Una prueba más de la incapacidad administrativa que desprestigia al sector público. Y, se supone más, jubilado que no cumpla, jubilado que no podrá cobrar su pensión. ¡Una maravilla!”
Lo curioso es que el drama de los jubilados del sistema antiguo no se ha superado con la gestión actual de las AFP, según me cuenta mi amigo Tavo Giacoman. Resulta que un día llaman por teléfono a su casa, contesta su esposa, y le preguntan a quemarropa si el señor Gustavo Giacoman ha muerto. Por supuesto que no, está vivito y coleando, pero en la computadora de la AFP dice que no se ha reportado y, por tanto, se lo da por muerto. De nada vale que Tavo se presente con su cédula de identidad para dar la prueba máxima de que está vivo. No, la computadora dice que está muerto, y para rehabilitar su pensión de jubilado, que entretanto no le han vuelto a pagar, debe probar que está vivo. Ahora cada tres meses, no sé si menos, debe recabar un certificado de vivencia para que la computadora se entere de que no ha muerto, y en el ínterin no le pagan su pensión.
Lo dicho: el peor agente de inseguridad jurídica es el propio Estado, que te patea el tablero cuando se le antoja, porque cambia las reglas y los ciudadanos y ciudadanas no tienen otro remedio que acomodarse a los caprichos de la burocracia. Y de las computadoras.
El autor es cronista de la ciudad
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