Actualmente, desde 1957 hasta la fecha, casi 3.000 satélites de diversa funcionalidad fueron puestos en órbita alrededor de la Tierra. Estados Unidos, Inglaterra, Rusia, Japón, China, la India, Corea del Norte, Israel e Irán se apuntaron la mayor capacidad de lanzamiento de tan costosos artefactos.
De la cantidad referida, sobrevive solo un pequeñísimo porcentaje de satélites. Tras un corto periplo de vida útil (de 9 a 15 años) la mayoría pasó a engrosar la ‘basura espacial’ que gira alrededor de la Tierra. Varios factores determinan este epílogo. Cabe mencionar, en primer lugar, los referibles a la erosión espacial provocada por la radiación, altas temperaturas, micrometeoritos y polvo cósmico en los mecanismos generadores y transmisores de energía del aparato. Se degradan o deterioran las células fotovoltaicas de los paneles que son las que atrapan la luz solar para transformarla en la energía que al satélite le permite funcionar conforme a parámetros fijados desde estaciones terrestres de seguimiento.
A los nueve años del lanzamiento, a más tardar, el satélite ya empieza a dar señales de agotamiento. Los operadores de las estaciones terrestres se ven obligados a corregir las desviaciones orbitales, tarea que en el satélite provoca un mayor consumo de energía, que en pocos años se reduce a casi nada. Es entonces que desde los centros de control le señalan la ruta hacia la basura espacial. Es la etapa de transición también conocida como ‘órbita inclinada’ que precede al remplazo del moribundo por un nuevo satélite.
Esperamos que sea el señalado (15 años) el periodo de vida útil del satélite chino bautizado con nombre aimara y cuyo lanzamiento desde la capital de la ahora poderosa nación asiática fuera festejado como hazaña propia en Bolivia. El respectivo equipo técnico a cargo del seguimiento tendrá que estar atento las 24 horas del día, en el marco de una rotación de turnos, a los fenómenos que pudieran abreviar la vida del satélite. Cualquier incumplimiento en la asistencia al trabajo (algo común en Bolivia), error u omisión, podría acelerar la marcha del costoso artilugio hacia esa ‘basura espacial’ de la que formará parte en 2029.
Entonces tendremos que gastar otros 300 millones de dólares para sustituirlo por otro… Y el gasto se aproximará a los mil millones de dólares si hacemos lo mismo con el prospectivo satélite Bartolina Sisa, cuyo lanzamiento al espacio parece que ya se está negociando con la República Popular China
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