La noticia que me llenó de gozo fue la concesión del Premio Libertad Juan Javier Zeballos 2014 a Roberto Navia Gabriel (Camiri, 30.08.1975), uno de los maestros más distinguidos del periodismo de investigación en Bolivia. Miembro de la redacción de EL DEBER desde hace 16 años, ha obtenido numerosos galardones nacionales e internacionales por sus crónicas y reportajes sobre la explotación infantil en Bolivia, la situación de los emigrantes latinoamericanos en Europa, el tráfico de seres humanos en Sudamérica y el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), años antes de que aflorara el conflicto entre el Estado Plurinacional y los indígenas cambas.
Roberto Navia incursionó, además, en el difícil género de la biografía al escribir, con Darwin Pinto Cascán, el libro Un tal Evo (Biografía no autorizada) [Santa Cruz, Editorial El País, 2007] que disgustó al biografiado porque esperaba que los autores se sumaran al coro estalinista del culto a la personalidad. Esta biografía debería ser, quizás, actualizada y reditada.
(El Premio Libertad está auspiciado por la Asociación Nacional de Prensa. Fue instituido en 2007 y ha sido concedido a prestigiosas personalidades bolivianas por su contribución a la lucha por la libertad de expresión, el desarrollo de la conciencia cívica y democrática, y la defensa de los valores espirituales en Bolivia, pues no solo de pan vive el hombre).
** El artículo más brillante, dedicado a los periodistas bolivianos, fue escrito por Mónica Briançon Messinger [Los Tiempos, 06.05.14]. Se titula Día de nosotritos, o sea, el Día de los ‘pollos de granja’, según el presidente Evo; de los ‘muertos de hambre’, según algunos empresarios arrogantes y de los ‘enemigos del cambio’, según el Gobierno. Con un coraje parecido al de doña Juana Azurduy, la guerrillera, y al de la pobre Domitila Chungara, que murió arrinconada en Cochabamba, ninguneada y humillada por las ‘bartolinas’ del cambio, Briançon Messinger critica el amarillismo periodístico y el espectáculo televisivo denigrante cuando “mezcla lencería con comida, la pachanga más vulgar o el show cumbiero”. Pero ella no se detiene ahí. Con gran acierto, añade que esto sucede porque “detrás hay una sociedad enfermiza que solo quiere ver o leer cosas banales”. (…) Por eso, y “debido a estos y a otros motivos estamos ‘nosotritos’ defendiendo la libertad de expresión y evitando la extorsión o el silencio cómodo”. Eso dice esta brava periodista y yo la aplaudo. // Madrid,
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