Basta el nombre: Filemón, “Filipo”, es una referencia histórica en Bolivia, original, sin copia. Un protagonista de las luchas proletarias más épicas; también su cronista en una decena de libros imprescindibles sobre los sucesos y personajes más notables de los últimos 70 años.
En “Semblanzas” (Plural, 386 pp.) Escóbar rescata biografías del movimiento obrero, principalmente minero, como Marcelino Jofré, Juan Lechín, Guillermo Lora, César Lora, Isaac Camacho, Irineo Pimentel, Federico Escóbar, Simón Reyes, Oscar Salas, Domitila Chungara y resume aportes de Marcelo Quiroga Santa Cruz, Carlos Mesa y José Mirtenbaum.
Logra mantener la distancia con el objeto de estudio y separa las emociones para destacar a cada militante, alguno adversario suyo, como los estalinistas o el propio Guillermo Lora. El mismo Escóbar descubre la importancia de leer historia nacional, de entenderla, y de aprender lo que ya anunciaban Pablo Zárate Willca o Jaime Mendoza para comprender el derrotero de la construcción nacional; ideas más esenciales que los aportes teóricos marxistas o de corrientes europeas.
Personalmente asocio mi propia carrera con Filemón Escóbar y por ello sentí especial emoción al darle la bienvenida en el repleto auditorio de la Asociación de Periodistas de La Paz este 4 de junio. Me estrené como periodista cubriendo la fuente sindical en 1978, cuando el país gozaba la amnistía general y los obreros reconstruían la COB con base en su columna vertebral, la Federación de Mineros y cada discurso de Lechín, Filemón, Simón, Noel, era una lección.
Recuerdo el 2 de noviembre de 1979, iniciado el golpe cívico militar, bajaban en tropel cientos de vociferantes manifestantes desde el Cementerio General hasta El Prado, dispuestos a tomar el Palacio de Gobierno. Entonces Filemón salió al balcón de la COB: “Hay que evitar una masacre, voy a hablar para dispersarlos”. Primero lo juzgué timorato, pero aprendí cómo él identificó a los provocadores y la responsabilidad del líder que no sacrifica vidas.
Cuando me detuvieron en 1986 en el Cuartel de Patacamaya por llevar Mentisan y chocolates a los “subversivos” de la Marcha por la Vida, Escóbar me compró un pequeño bañador de plástico como plato, que aún conservo, donde las mineras de Colquiri me sirvieron el ají de fideo más rico de mi vida. Me rescató una comisión con Monseñor Jorge Manrique, quien también evitó que los soldados disparen contra su pueblo. Episodios entrecruzados con tantos otros testimonios que quedarían olvidados sin personas como el incansable octogenario “Filipo”, combatiente y cr
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