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jueves, 8 de octubre de 2015


el Gobierno de Evo Morales ha convertido a la TV estatal en un apéndice del Palacio de Gobierno sin ninguna independencia y más bien sometida totalmente a las directivas del Jefe de Estado y su entorno. El Deber cuestiona este proceder que envilece el trabajo periodístico y coloca a los profesionales que allí trabajan en situación de humillante dependencia. simples asalariados, que tienen que hacer lo que les ordenan.


Todas las democracias modernas cuentan con medios estatales de comunicación, independientes del poder político de turno. Funcionan por razones muy concretas: mostrar la identidad del país y su diversidad, y defender el interés público por encima de visiones particulares. En todos los casos se establecen y aseguran los mecanismos institucionales para garantizar el financiamiento de esos medios con recursos públicos y la conformación de directorios autónomos respecto del poder político y del sector privado. Así pasa en la mayoría de los países europeos, en Estados Unidos, en Japón y en varios países de la región como Brasil, Colombia y Chile.

No ocurre lo propio en Bolivia, donde los medios estatales –Bolivia TV, radio Patria Nueva y el periódico Cambio– se han transformado en meros apéndices del Gobierno, en los que la agenda propagandística se sobrepone a la información como servicio público fundamental. El fenómeno no es nuevo, hay que decirlo. La mayor parte de los gobiernos anteriores al actual hicieron lo mismo que ahora: utilizar los medios estatales como instrumentos para la publicidad oficial, olvidando que el país es mucho más que una parte que hoy está en el poder.

Lo vimos en fin de semana con la supuesta ‘entrevista’ al presidente Evo Morales en su natal Orinoca (Oruro). La puesta en escena, claramente, apunta a posicionar al mandatario para su eventual re-reelección. Todo con recursos públicos que aportan todos los bolivianos, incluso aquellos que no son parte ni respaldan el actual modelo gubernamental. 

Por eso resultan legítimas y oportunas las dudas expresadas por la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia y la Asociación de Periodistas de La Paz respecto de la idoneidad de los periodistas oficialistas de Bolivia TV para realizar la prometida entrevista con el canciller chileno, Heraldo Muñoz. 

El mismo detalle de que la invitación a una ‘entrevista’ a ese dignatario de Estado haya sido hecha por la vocera presidencial resulta francamente un absurdo y una incoherencia. Debió haberla hecho el director de Bolivia TV a fin de garantizar cierta coherencia con lo que pasó antes con el diálogo con el expresidente Carlos Mesa en Televisión Nacional de Chile.

Más allá del debate sobre la demanda marítima boliviana, el caso confirma que Bolivia TV es un apéndice de Palacio Quemado y no un medio estatal al servicio de todos los bolivianos

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