Ha partido mi compañero en la candidatura presidencial del 2002, compañero de partido en ADN, colega de gabinete y amigo por largo tiempo. Ha muerto como vivió: intensamente, desafiando las adversidades, saliendo siempre al frente, haciendo oír su voz de barítono, trotando por calles y caminos, siempre estando presente y visible. Me lo imagino manejando su coche de la misma manera, riesgosa y vigorosamente.
Con gran mérito emprendió muy joven una carrera periodística en radio con esa su vigorosa voz y derivó en advocación empresarial en las federaciones y confederaciones empresariales de Bolivia. Ello lo llevó a un paso de la política, especialmente en los tiempos en que la Confederación de Empresarios se convirtió en propulsora del retorno a la democracia, y luego en el principal opositor al Gobierno udepista del Dr. Siles Zuazo, a principios de los 80, bajo el liderazgo de Fernando Illanes.
Llegó a ADN donde se destacó como político de fuste, como hubiera dicho Guillermo Bedregal, y aunque muchas veces actuaba como librepensador y agente propio, fue de gran efectividad política además de permanente protagonismo, muy útiles en la vida política de entonces.
Cultivó amigos en todo el espectro político y prueba de ello son las manifestaciones de pesar de moros y cristianos.
Renunció a ADN luego de la derrota electoral del 2002, cuando el partido estaba bajo la jefatura de Tuto Quiroga y posteriormente continuó su carrera política aspirando a la prefectura de Cochabamba, su tierra natal y base política, y eventualmente llegó al Senado con Podemos.
En los años siguientes se distanció de Quiroga y terminó su actuación política. Estos últimos tiempos, por más de una década, sufrió la persecución judicial del actual Gobierno, como la mayoría de nosotros, y ha debido ser duro para Tito abandonar la palestra pública, para la cual él era tan apto y a la que dedicó su vida.
Fuimos rivales buscando la nominación partidaria a la candidatura presidencial en el 2002. Teníamos distintas tendencias y preferencias, además de diferentes visiones de la política. Logré la nominación de mi partido a pesar de no ser el candidato favorito de la dirigencia del partido y parlamentarios que ya se enfilaban al tutismo. Tito perdió esa elección y fue forzado a ser mi acompañante de fórmula por la proclamación de Tuto que quiso empaquetarnos en un solo carro electoral, al que permitió el fracaso, y el de ADN, para relanzar un proyecto político propio de Podemos.
Tito intentó aun después continuar en la política, pero fue arrastrado por el fracaso de Podemos y la candidatura de Tuto.
Entonces empezó su duro camino por el desierto de la exclusión de la vida pública, acosado por juicios y una salud que se deterioraba. Encontró refugio y consuelo en la religión y mantuvo un nivel de visibilidad pública insuficiente para darle la intensidad de vida a la que estuvo acostumbrado.
Hombre apasionado, activo, intenso, contradictorio, amigable, afable, controversial, Tito ha dejado huella en la vida política de Bolivia, pero también huella profunda en quienes lo conocimos, fuimos sus amigos, adversarios, pero nunca enemigos.
De estos últimos creo que tuvo pocos, siendo siempre un conciliador y tenedor de puentes en lo político y lo personal. Sus virtudes escasean hoy en la vida pública y sus defectos han sido superados por su contribución a la vida de todos a los que tocó en lo público y lo personal. Lo recordaremos con afecto y asombro. ¡Adiós Tito!
El autor es excandidato a la presidencia de la República
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