El Gobierno ejecuta todo un plan para contener la IX marcha por el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) hacia La Paz.
La primera fase del esquema apuntó a la división de los pueblos indígenas de tan preciada reserva natural. Para conseguir este objetivo se apeló a tácticas de jaez prebendalista. “Te doy y halago con esto a cambio de que atajes a los marchistas”, fue, a todas luces, la exigencia implícita en los despliegues de asistencialismo gubernamental.
Aludimos a resultados que no son difíciles de conseguir en comunidades en las que la extrema pobreza determina que la necesidad, que siempre tiene cara de hereje, desplace a la ética.
Impulsó también este zarandeo una intensa prédica ‘desarrollista’ en torno a una carretera que sacando del aislamiento geográfico a los nativos y garantizándoles buenas condiciones de acceso a los mercados urbanos, con réditos estimulantes para producir más y mejor, les reportaría mejores condiciones de vida.
En la ruta de la IX marcha del Tipnis hay ahora ciertas comunidades a las que del modo referido el Gobierno convirtió poco menos que en casillas de ajedrez para el jaque mate a los marchistas. Esperan allí a los defensores del Parque Isidoro Securé bien organizadas cuadrillas de ‘alfiles’ (comunidades nativas que se pasaron al bando del Gobierno) para que paren y desbanden la caminata.
Lo ocurrido en una de dichas ‘casillas’ o paradas, donde un radialista fue brutalmente agredido por difundir un mensaje de los marchistas del Tipnis, representa precedente de gran rigor premonitorio de la gravedad a la que pueden derivar los inevitables encontrones entre bandos indígenas rivales.
O sea que a muy corto plazo, la actual conflictividad social en el país podría alcanzar extrema incandescencia (no es baja la actual temperatura generada por médicos, trabajadores de salud, Central Obrera Boliviana, choferes y otros sectores), sobre todo si los choques entre indígenas por el asunto del Tipnis (en los que pueden verse involucradas las fuerzas del orden) arrojan saldos de muertos y heridos…
Juego peligroso, por cierto, lo del Gobierno. Bien haría este en dejar de hacer las movidas lácticas para volver al diálogo y la negociación con los protagonistas del conflicto.
La primera fase del esquema apuntó a la división de los pueblos indígenas de tan preciada reserva natural. Para conseguir este objetivo se apeló a tácticas de jaez prebendalista. “Te doy y halago con esto a cambio de que atajes a los marchistas”, fue, a todas luces, la exigencia implícita en los despliegues de asistencialismo gubernamental.
Aludimos a resultados que no son difíciles de conseguir en comunidades en las que la extrema pobreza determina que la necesidad, que siempre tiene cara de hereje, desplace a la ética.
Impulsó también este zarandeo una intensa prédica ‘desarrollista’ en torno a una carretera que sacando del aislamiento geográfico a los nativos y garantizándoles buenas condiciones de acceso a los mercados urbanos, con réditos estimulantes para producir más y mejor, les reportaría mejores condiciones de vida.
En la ruta de la IX marcha del Tipnis hay ahora ciertas comunidades a las que del modo referido el Gobierno convirtió poco menos que en casillas de ajedrez para el jaque mate a los marchistas. Esperan allí a los defensores del Parque Isidoro Securé bien organizadas cuadrillas de ‘alfiles’ (comunidades nativas que se pasaron al bando del Gobierno) para que paren y desbanden la caminata.
Lo ocurrido en una de dichas ‘casillas’ o paradas, donde un radialista fue brutalmente agredido por difundir un mensaje de los marchistas del Tipnis, representa precedente de gran rigor premonitorio de la gravedad a la que pueden derivar los inevitables encontrones entre bandos indígenas rivales.
O sea que a muy corto plazo, la actual conflictividad social en el país podría alcanzar extrema incandescencia (no es baja la actual temperatura generada por médicos, trabajadores de salud, Central Obrera Boliviana, choferes y otros sectores), sobre todo si los choques entre indígenas por el asunto del Tipnis (en los que pueden verse involucradas las fuerzas del orden) arrojan saldos de muertos y heridos…
Juego peligroso, por cierto, lo del Gobierno. Bien haría este en dejar de hacer las movidas lácticas para volver al diálogo y la negociación con los protagonistas del conflicto.
* Abogado y periodista
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