Las noticias sobre el avance de la robótica llamaban la atención cada vez menos. Inclusive la noticia de que productores de comida rápida iban a utilizar “drones” para las entregas surgió, llegó y se fue. Sin embargo, cuando hace poco The Associated Press anunció que estaba asignando a robots la tarea de procesar los informes trimestrales de las empresas con relevancia en las bolsas de valores, pareció que los periodistas estaban ante la ruptura de un límite. La base de la novedad está en un programa que convierte en información periodística los resultados de la gestión de una empresa. La AP podrá ahora procesar 14 veces más el volumen de información que antes producían los redactores. ¿Empiezan los “chips” a substituir inexorablemente el trabajo del reportero y del editor?
La noticia causó revuelo, especialmente entre los medios menos informados sobre la evolución de la robótica. Un trabajo de The New York Times expuso hace un tiempo los cambios dramáticos en la industria y comparaba la fuerza de trabajo de Philips en Holanda y de su filial en China. Miles de empleados en China tienen como rivales en Holanda a una docena de robots que trabajan tres tunos y siete días por semana.
En el mediano y largo plazo los ahorros son enormes. La robotización acelerada ha sido una de las respuestas del capitalismo al uso intensivo de mano de obra barata que incorporó a China y a la India al club de los gigantes de la economía mundial y un freno al desplazamiento de líneas productivas hacia países asiáticos. Si se puede producir en terreno propio en forma masiva y barata, ¿por qué irse tan lejos?
Lou Ferrara, vicepresidente y gerente ejecutivo de la AP, trajo la respuesta. Apartar a los redactores del trabajo sobre los informes empresariales responde a una estrategia para incorporar más fuerza inteligente al reportaje y la investigación, el alma del buen periodismo.
El paso dramatiza el avance de la inteligencia artificial, pero subraya sus limitaciones ante la inteligencia humana que la dirige. Una historia bien elaborada, compacta, con verbos precisos y adjetivos oportunos no será substituida por la interpretación mecánica de datos. Ningún programa habría equiparado la destreza de Joe McGowan, de la AP, cuando a mediados del siglo pasado, tras revisar los datos de su fuente, anunció al mundo que la tragedia del callejón de Huaylas en Perú había matado a miles y no sólo a pocas decenas. O menos a Isaac Levi, cuando inició la nota que, en 1974, plena guerra fría, cambiaba políticamente a ese país: Tanques rusos T-55 irrumpieron en las calles de Lima para sofocar una rebelión policial, etc.
En verdad, la vieja libreta de notas y la información digital, fuerzas tradicionales y modernas, se dan la mano, como en otros momentos críticos de la historia.
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