Una atmósfera de “Gran Hermano” ronda Bolivia con el anuncio de un juicio criminal (ahora será denuncia, unos decibelios menos) contra ANF, El Diario y Página Siete por reproducir trozos de un discurso del presidente Morales. Con una granizada de adjetivos, el Gobierno sostiene que Agencia de Noticias Fides distorsionó las palabras del Mandatario cuando dijo: “En el oriente boliviano, donde todo el año se produce, yo digo solamente por falta de voluntad podemos ser tan pobres o no poder tener alimento, mientras en el altiplano es diferente, si hay helada, si no hay lluvia, si hay granizada, no hay alimento. Es una verdad eso. Pero en el oriente no, sólo por flojos podemos hambrear”. El ministro de Gobierno Carlos Romero dijo que ANF quiso “manipular la conciencia, el ánimo y los sentimientos” de los pueblos del oriente, y que había incurrido en una calumnia. “No inventamos nada”, replicó ANF. Por lo que leo, el “error” fue escribir flojo en lugar de flojera. ¿Hay diferencia de fondo entre las dos palabras? No.
Como secuela del entripado, el tema vibra en los medios, los periodistas están alertas, ya hubo manifestaciones callejeras y un olor a autocensura flota en muchas redacciones.
Las informaciones periodísticas suelen ser como un espejo: reflejan lo que ocurre. ANF reflejó lo que había dicho el Presidente.
Ocurre que a veces no nos gusta la imagen que muestra el espejo. Algunos buscan mejorarla y la retocan. Otros destruyen el espejo. Al Gobierno no le gustó la imagen que proyectaba el espejo y ha decidido cargar contra ¿contra quién? ¿Contra la imagen o contra el espejo? Contra el espejo, claro.
Como se presentan las cosas, la carga acabará sobre el propio Presidente. No hay nada que cambie la imagen reflejada en el espejo. Sus palabras fueron dichas, aunque con el pincel de la experiencia del Mandatario y una mejor articulación de sus expresiones para que representaran lo que efectivamente quería decir, podían haber sido “retocadas”. Ahora sus palabras serán constantemente repetidas, quizá las frases importantes que diga serán reproducidas tal cual, sin el beneficio de la edición. ¿Alguien se ruborizará?
Es importante que ocurra el juicio. Nada mejor para periodistas, maestros, académicos y alumnos que una clase monumental de gramática y sintaxis desde las dos esquinas del cuadrilátero. Para este duelo sin precedentes en la historia de las lenguas, los periodistas podrían convocar a jefes de redacción de grandes diarios del continente, columnistas, especialistas en el lenguaje para servir como jurado. Hasta Reporteros Sin Fronteras vendría.
Estaríamos ante un debate excepcional. Sería algo parecido al que ocurrió a mediados de la década de 1950, cuando una obra de teatro capturó la atención del público norteamericano por la fuerza de su contenido: lucha entre la racionalidad y las mentalidades conservadoras. “Heredarás el viento” fue llevada al cine con Spencer Tracy, Frederick March y Gene Kelly en los papeles estelares.
El título de la pieza teatral fue tomado de un texto bíblico (Proverbios 11:29) que nos dice: “El que turba su propia casa heredará el viento. Y el necio será el siervo del sabio de corazón”. El fondo es un debate entre la razón, que iba de la mano de la teoría de la evolución, y el inconmovible conservadorismo de quienes sostenían (y aún hay algunos) que el mundo fue creado en siete días exactamente.
Sería sensacional escuchar el testimonio de las autoridades repitiendo los adjetivos contra ANF y oír lo que opine sobre ellos un jefe de redacción. Las definiciones de “flojera” y sus diferencias respecto a “flojo” podrían ser piezas de antología para los almacenes informáticos. Puede ser el peor desastre de relaciones públicas para algunos. Entrarían al ruedo no solamente los adjetivos sino la forma de hablar y expresar ideas en cualquier idioma. Pero releer las frases del Presidente conllevaría un riesgo que habría que calcular: dar razón plena a los medios que las registraron.
El autor es periodista
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